NAVIO NEGREIRO EN CASTELLANO
La cubierta era un sueño dantesco,
y enrojecía el brillo de las luces
Al quedar bañada en sangre.
Teñir de hierros, estallar de azotes,
Legiones de hombres negros cual la noche,
en tétrico danzar.
Mujeres negras. Niños enjutos
colgando de sus tetas, y sus negras bocas
regadas de sangre materna.
Otras más mozas, desnudas, espantadas,
vanamente se lamentan, arrastradas
a un torbellino fantasmal.
Y ríe la orquesta, irónica, estridente,
y gira extraordinaria la serpiente
en locas espirales.
Si quiebra el viejo, si también resbala,
se escuchan gritos, el látigo estalla,
y giran más y más.
Sujetos todos, una sola cadena:
la multitud hambrienta tambalea
y llora y danza y sigue.
Uno de rabia delira, otro enloquece,
otro, al que el martirio lo embrutece,
cantando gime y ríe.
Y mientras tanto, el capitán manda maniobra,
y al ver que el cielo se desdobla
tan puro sobre el mar,
dice, mientras surge entre la niebla:
¡que se tense el cuero, marineros!
¡Quiero verlos bailar más!
Y ríe la orquesta, irónica, estridente,
y gira extraordinaria la serpiente
en locas espirales.
¡Como en un sueño dantesco vuelan sombras!
¡Suenan gritos, y las , maldiciones,
Y se ríe Satanás!
¡Oh, Dios de los desgraciados!
Dímelo tú, señor Dios:
¿Es mentira o es verdad,
tanto horror ante este cielo?
¡Oh, mar, porqué no lavas,
con la esponja de tus olas,
de tu manto el deshonor.
¡Astros, noche, tempestades!
¡Surgid de la inmensidad!
¡Barre los mares, tifón!
¿Quiénes son los desgraciados
que sólo encuentran en vos,
el reír calmo de la turba
que excita la furia del verdugo?
¿Quiénes son? Y si la estrella se esconde,
y si la ola se escapa
como un cómplice fugaz
ante la noche confusa…
¡Dilo tú, severa musa,
Musa libertina, audaz!
Son los hijos del desierto,
donde se unen tierra y luz,
donde vive bajo el cielo,
la tribu de hombres desnudos.
Son los guerreros osados,
que con los tigres manchados
combaten en soledad.
Ayer simple, fuerte, bravo,
hoy son míseros esclavos,
sin luz, ni aire ni razón…
Son mujeres desgraciadas,
como Agar también lo fue,
que sedientas, arrasadas,
de lejos van a llegar,
trayendo con tibios pasos,
grilletes e hijos en los brazos
y en el alma lágrimas y hiel.
Como Agar, que al sufrir tanto,
ya ni leche de su llanto
tiene que darle a Ismael.
Sobre arenas infinitas
del país de las palmeras,
nacieron bellas criaturas,
vivieron mozas gentiles.
Pasó un día una caravana,
Y dijo en la noche oscura,
la virgen de la cabaña:
¡Adiós, oh choza del monte!
¡Adiós, palmeras de la fuente!
¡Adiós, amores, adiós!
¡Oh, Dios de los desgraciados!
Dímelo tú, señor Dios:
¿Es mentira o es verdad,
tanto horror ante este cielo?
¡Oh, mar, porqué no lavas,
con la esponja de tus olas,
de tu manto el deshonor.
¡Astros, noche, tempestades!
¡Surgid de la inmensidad!
¡Barre los mares, tifón!
Y existe un pueblo que presta su bandera,
para cubrir tanta infamia y cobardía,
y consigue transformarse en esta fiesta,
en manto oscuro de bacante fría.
¡Mi Dios, mi Dios! Pero ¿qué bandera es esta,
que en la gavia ondea con impudicia?
¡Silencio! ¡Musa, llora… y llora tanto,
que el pabellón se lave con tu llanto!
Auriverde bandera de mi tierra,
que la brisa de Brasil besa y agita.
Estandarte que la luz del sol repleta,
de promesas y divinas esperanzas…
Tú, en libertad nacida tras la guerra,
fuiste izada por héroes a las astas.
¡Mejor te hubiesen roto en la batalla,
que haber servido a un pueblo de mortaja!
¡Oh, fatalidad que enturbia el alma,
destruye ahora el bergantín inmundo,
y el surco que Colón abrió en las olas,
como un iris en el piélago profundo!
Demasiada infamia, etérea plaga:
¡Levantaros ya, heroes del Nuevo Mundo!
¡Andrada, arranca esa bandera al aire!
¡Colón, cierra la puerta de tus mares
FRAGMENTO DEL POEMA DE CASTRO ALVES